No me asusta hablar solo. Siempre he hablado solo. Todos los hombres hablan solos. Además, es probable que hablar con los otros sea otra forma de hablar solo. Y es posible que hasta el amor constituya otra variación del mismo soliloquio. Quizá la única alternativa de hablar solo sea el poema. O la oración, exista o no exista dios.
Sin concentración, silencio y soledad no puede haber poesía. Nada exige una fidelidad mayor, ni siquiera el amor o la religión. Sin embargo, todo eso no es suficiente: son condiciones externas. Falta la otra, la condición interna: el vuelco interior hacia lo desconocido, lo no evidente o lo inefable; la radical metamorfosis hacia el centro de la realidad; la consumación de algo equivalente a un nuevo sacramento, en el océano sin playas de las formas.
Roberto Juarroz
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