Oscuro es, como mancha de panda, mi corazón


martes, 17 de junio de 2008

El violinista que tomó el pincel




Klee era un gran violinista y su familia siempre estuvo vinculada con la música, algo que se dejó ver en su obra e incluso en sus trabajos teóricos, en los que trató de vincular luz, color, ritmo y forma. En su obra se puede rastrear los símbolos que le harían famoso, sus enigmáticos pájaros y peces, y una cierta mirada infantil, de ahí que el juego tenga un papel central.

El gran alegórico que plasmaba su obra, al final, con metáforas. Un viaje de Klee a Túnez en 1914 cambiaría su forma de pintar. "El color me posee. Ya no tengo que perseguirlo, él me posee para siempre. El color y yo somos uno", escribió el artista después de una estancia en el país árabe en el que la luz mediterránea cambió su forma de ver la pintura.

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