Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cúal será la intención de los papales que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerias tiene gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y quisieramos avisarles para que tuvieran tiempo para acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tiene algo de siniestro y uno quisera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
Noches en las que deseariamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a al de acariciar algo que duerme.
¡Silencio! -grillo afónico que se nos mete en el oído- ¡Cantar de las canillas mal cerradas! -único grillo que le conviene a la ciudad-.
Oliverio Girondo
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cúal será la intención de los papales que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerias tiene gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y quisieramos avisarles para que tuvieran tiempo para acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tiene algo de siniestro y uno quisera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
Noches en las que deseariamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a al de acariciar algo que duerme.
¡Silencio! -grillo afónico que se nos mete en el oído- ¡Cantar de las canillas mal cerradas! -único grillo que le conviene a la ciudad-.
Oliverio Girondo
(Buenos Aires, Argentina. 1891-1967)
Fue el menor de 5 hijos. Se dejaba la barba de candado desde su más tierna juventud.
Fue el menor de 5 hijos. Se dejaba la barba de candado desde su más tierna juventud.
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